El negocio de la alimentación está en manos de un grupo determinado de empresas que gestionan la mayor parte de los alimentos que se consumen en el mundo. Es un sistema que antepone los intereses económicos privados a los de la población y el ecosistema. Privatizando semillas, terrenos de plantío y limitando de esa forma la actividad agrícola de la población, la distribución y el comercio de los productos locales y agricultura ecológica.
Con esto se consigue un incremento de los precios al público impidiendo el acceso a los más desfavorecidos. El aumento de producción alimentaria ha crecido más que la población mundial y sin embargo sigue existiendo hambre y por otro lado sobre alimentación, destruyéndose gran cantidad de alimentos antes de su caducidad. El acceso de estas empresas a las bolsas financieras internacionales hace que se especule sobre el valor de alimentos básicos en muchos sectores de la población mundial, lo cual no se hace en función de la oferta y la demanda sino en base al beneficio económico de unos pocos. Los mismos que nos han llevado a la crisis financiera son los que especulan con la comida.
La comida como política: Se hace creer a la población que los países con hambrunas sufren esta devastación debido a las sequías, cambios climáticos, catástrofes naturales o guerras, cuando en realidad la falta de acceso a la tierra o a las semillas imposibilita a la población el acceso a la propia producción de alimentos, creando una dependencia de las leyes políticas reinantes. La especulación con los alimentos crea un gran desgaste al medio ambiente por la dependencia del petróleo tanto en la elaboración de pesticidas como en los desplazamientos de importación y exportación de los mismos. ¿Cómo es posible que muchas veces la banana de centroamérica cueste menos que el plátano de Canarias?…Muy sencillo, especulación. La base es una aplicación sistemática de políticas de liberalización comercial y que las grandes empresas agropecuarias subvencionadas por gobiernos comunitarios crean un excedente en su producción, de esa forma se crea un fenómeno paradójico, que un producto nacional resulte más barato en el extranjero, haciendo una competencia desleal a los productores autóctonos.
Y si hablamos del impacto al medio ambiente: la distribución de estos alimentos a través de miles de kilómetros, genera una petrodependencia y contaminación medioambiental. También nos queda una pregunta en el aire…¿Qué pasará cuando el petróleo se agote?¿Cuánto será el incremento del precio de la comida en el mercado?
Las semillas han sido privatizadas y se produce en función de la comercialización de productos más atractivos por su aspecto que por su aporte de nutrientes, alimentos que puedan viajar largas distancias sin deteriorarse. Diez empresas a escala mundial controlan el 70% de la comercialización de las semillas. Se calcula que en los últimos 100 años ha desaparecido un 70% de la agrodiversidad.
El impacto de este sistema sobre la salud es innegable. Cada vez hay más enfermedades vinculadas a los productos que consumimos, por la cantidad de pesticidas que se utilizan en los cultivos, los conservantes, colorantes y potenciadores del sabor. Generando intolerancias y alergias en la población, cuando no enfermedades aún más graves. Todo eso se asume como consecuencia natural y se contabiliza como gastos sanitarios, cuando de otra manera se podrían evitar.
Hay alternativas, aunque los gobiernos no quieren que las contemplemos porque ellos se benefician de estos sistemas restrictores y potencian un consumismo compulsivo de los productos que ellos ponen en el mercado.
Las alternativas son los huertos urbanos, comunidades de consumo de comida ecológica, la huerta personal. En general optar por una vida mucho más sencilla, sin dependencia de aquello que se compra por su atractivo más que por su valor. Utilizar nuestro tiempo de ocio en conocer y aprender maneras más naturales de vivir, como visitas a granjas y en la elaboración de productos naturales, acercarse a pequeños productores y crean un vínculo comercial y de abastecimiento. Favorecer al pequeño comerciante antes que a las grandes superficies. Hay alternativas..¿estamos dispuestos?